martes, 9 de octubre de 2012

DISCURSOS RUIDOSOS Y SILENCIO TEÓRICO



J. Prats. Publicado en Escuela


La comunicación a través de los medios es fundamental para el buen funcionamiento de nuestra sociedad. A través de estos medios se generan gran parte de las opiniones y posiciones políticas y sociales sobre los temas que afectan a la ciudadanía. La comunicación social presupone la existencia de seres libres y es una condición necesaria para la existencia de la democracia.

Cualquier tema fundamental que se aborde en los medios, requiere, por un lado, un tratamiento informativo que haga posible la formación de opinión y, por otro, facilitar, como tribuna privilegiada, la participación y la discusión amplia de los sectores que más tienen que decir sobre la cuestión tratada. En el tema de la educación no suele ser así.  En los últimos tiempos, las discusiones sobre el sistema educativo han sido catalizadores de posiciones políticas, ideológicas, emotivas y, en mucha menor medida, reflexiones rigurosas y meditadas sobre el hecho educativo. En los debates se ha mezclado la concepción de Estado, la idea que unos tienen sobre los otros, incorporando, en ocasiones, los más vulgares estereotipos antropológicos, las contradicciones de los partidos políticos, las presiones de los electorados nacionalistas (español, catalán, vasco...), los intereses de las burocracias sindicales y los ajustes de cuentas ante las legislaciones precedentes. 

La educación es uno de los temas que definen, de manera directa y explicita, la interpretación que la sociedad toma ante los principios de igualdad de oportunidades, cohesión y progreso social, y participación política. Esta dimensión del tema educativo hace que la discusión cobre una fuerte presencia en los medios de comunicación. Lo que podría ser en principio un factor positivo, en la mayor parte de ocasiones, el tratamiento que se da a los temas no ayuda demasiado a avanzar. Esto es preocupante ya que la educación requiere consensos sociales y no puede ser un arma arrojadiza en la pugna diaria de los partidos.

Ejemplos como las interpretaciones del anual Education of the glance de la OCDE, sobre los informes del estudio PISA, o sobre los cambios normativos que impulsan los gobiernos, como el que se inicia ahora, son un buen ejemplo del bajo nivel informativo y opinativo de la mayor parte de los medios de comunicación, especialmente los radiofónicos. El fenómeno no es nuevo, un buen ejemplo fue el debate que suscitó la pretendida reforma de las Humanidades. No hay más que recordar el “guirigay” que se creó cuando la, entonces ministra Esperanza Aguirre, intento reformar los programas de historia con el fin de fortalecer, en la educación de los ciudadanos, su determinada manera de entender la unidad española. El aspecto externo del debate, sobre todo el que se produjo en tertulias y diarios, cobró la apariencia de un espectáculo mediático que, desde mi punto de vista, sirvió, más que para ofrecer luz sobre la cuestión, para ocultar y ensombrecer las verdaderas claves del problema que se quería tratar. La mayoría de los intervinientes fueron políticos y periodistas, algún intelectual, y pocos historiadores independientes. Educadores y profesores especializados en los temas casi no aparecieron. Sus razonamientos no valían para el tipo de debate público que se impuso: un debate en el que casi nadie eligió aliados, sino enemigos, algunos sacados del baúl de los recuerdos históricos y en el que no se trataron los problemas de educación que se viven cada día en las aulas. La historia se repite en los temas actuales.

Y es que cada vez más la noticia o el debate público se convierte en espectáculo alejándose del rigor. Si no hay un tratamiento espectacular que de más de  relieve los insultos y las descalificaciones de tertulianos y políticos, que el contraste de ideas y de propuestas, parece que el tema ya no interesa periodísticamente. Si el tema es tratado con una cierta profundidad, lo que comporta matices y exposiciones más complejas que el blanco o el negro, la cuestión se considera de poco impacto y no es apta para ser “vendida” por los medios que luchan por conseguir más lectores o más audiencia. Como señala el sociólogo  Dominique Wolton,  se va, cada vez más, a una televisión espectáculo antes que una televisión parte de la sociedad. Esta apreciación se puede extender a otros medios

En los debates mediáticos sobre el sistema educativo, los que se dedican a la educación participan muy poco y cuando lo hacen, entran en la lógica del si y el no, de lo bueno o lo malo.  Los educadores (entendido este colectivo en sentido amplio) no hemos podido -ni sabido- llevar la discusión educativa al conjunto de la sociedad. El resultado: un gran ruido mediático cuando se habla de educación y un absoluto silencio teórico que impide ofrecer a la sociedad los elementos y las claves de los problemas educativos. Problemas que para ser resueltos  exigen una discusión rigurosa  y sosegada. Quizá esto no sea muy “periodístico”. Se ha producido una confusión entre audiencia y calidad.  A pesar del discurso que estamos viviendo sobre las maravillas de la sociedad de la información y la comunicación en un mundo globalizado se produce la paradoja que este discurso no ha favorecido la lógica del conocimiento. Cuando escucho el mensaje recurrente de: “Todo va a cambiar en la nueva era de la comunicación; ¡estamos viviendo una verdadera revolución”, lo que me viene  ala cabeza es: “Circulen y vean, no hay nada en que pensar”.

Joaquín Prats  "DISCURSOS RUIDOSOS Y SILENCIO TEÓRICO"
el 4 de octubre de 2012

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